El Dios relacional, en quien creemos, ha establecido el matrimonio con el propósito santo, justo y bueno de hacernos a imagen y semejanza de su hijo Jesucristo (“Y creó Dios al hombre a su imagen”, Gén 1:27) y de extender su reino (“…llenad la tierra”, Gén 1:28b).
Pero, por los pecados del hombre y de la mujer, el matrimonio ha sufrido un deterioro doloroso que ha desdibujado y ha llenado de vanidad esta institución santa entre las generaciones actuales de creyentes. Y algo grave, la Iglesia de Cristo no se está preparando para las bodas celestiales, ni para las terrenales, con lo cual le daremos gloria a Él, según dice Su Palabra: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado”, Apocalipsis 19:7.
Tal es el motivo para la reimpresión de este escrito.
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